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miércoles, 17 de junio de 2015

LA EKUNMILAK DE GIPUZKOA: 11.000 M+ Y 11.000 MUY NEGATIVOS (17-7-2014)

100 MILLAS, en euskera, son Ehun Milak, y en adelante, nos referiremos a ellas,  como ellos las denominan; "ehunmilak".

Iba a ser la carrera más dura de mi vida,  puesto que aunque superaba por sólo 1 Km al UTMB (Ultratrail Tour du Mont Blanc), en desnivel positivo y negativo, lo superaba en 1.400 metros: <11.000 por 9.600 m>. Del UTMB habían pasado ya 6 años,  pero en ese tiempo, había hecho muchas cosas,  sobre todo, muchos ultras y triatlones, incluido un IronMan. Por lo que creo, que me encontraba "preparado".



Visualizando la cuestecilla de la meta tres días antes de tener que afrontarla... Importantísimo... guardar 3 ATPs para ella.


Tenía en mis piernas el entrenamiento del GTP, en apenas 13 días antes, que comparado con ésto, es un "paseillo", y mis cuádriceps y mis gemelos estaban preparados para subir y bajar lo que me pusieran por delante... "sin rechistar". Así que me fui para Lizarrusti, uno de los avituallamientos, el día anterior, para estar tranquilo en un albergue de montaña, y poder salir descansado de la paliza de 870 km de viaje en un sólo día. 

El sueño fue reparador, pero las pocas veces que me desperté, pude comprobar que no paró de llover en toda la noche. Clareó por la mañana, de regreso a Beasaín, pero hasta las 6 de la tarde no pararon de caer pequeños chubascos de cuando en cuando. Al principio no te lo querían decir, pero luego, no tuvieron más remedio. ¡¡¡Más de la mitad de la carrera iba a ser bajo la lluvia!!!

Nunca me ha dado miedo la lluvia, y me han cogido grandes tormentas, incluso de noche, en las pruebas que he participado. Me acuerdo de los "100 km en 24 horas" de Madrid del 2007 o en el Trail de la Sierra de Huétor de 2013. El único UTSB (Bandolero) pasado por mucha agua, el de 2013, me lo perdí. Pero estaba claro, que no lo había experimentado todo sobre la lluvia. Especialmente sus efectos, debidos a casi dos semanas de lluvia previa, y en el mismo momento de la carrera, "lloviendo sobre mojado", en unos senderos de tierra arcillosa, que ya no admitían más humedad, en los que se pegaba a la zapatilla inutilizándola, y que forma una especie de soufflé blandito y muy batido, que resbala como una balsa de aceite sobre la capa de barro más dura y menos removida que hay debajo. 



Mi ekipo: Bolsas para el 77 y el 130, Mochila y NADA de Bastones.


Nunca me han gustado los bastones. Siempre los he creído innecesarios si tu idea era correr en todos los tramos llanos y en bajada, y para impulsarme cuesta arriba, siempre me bastaba con mis cuádriceps y mis manos apoyadas en los vastos. Pero, en estas circunstancias de carrera embarrada, yo iba en total desventaja con el resto de corredores. Y cuando te das cuenta de ello, ya es demasiado tarde. La primera referencia a mi enorme descuido me la hacían el resto de los corredores cuando me ayudaban a levantarme del suelo tras el primer culetazo, Km 15, pisando una piedra mojada y sobre la que las zapatillas embadurnadas de barro anteriores habían dejado su carete especial.  Y todos me decían "¿Pero cómo se te ocurre venirte sin bastones?"...

El problema de caerte una vez, es que es mucho más probable que te caigas una segunda, y así, sucesivamente, hasta que cuando ya llevas 13-14 caídas, ya has perdido completamente la autoestima. Buscas el "consuelo de muchos", pero a los que ves con el culote lleno de barro y les preguntabas, se habían caído hasta ese momento 1 ó 2 veces, y había muchos con el pantalón limpio, y que terminaron sin caerse hasta llegar a meta, en Beasaín.



Reklutando kabrillas en el País Vasko. Akí hay buena gente, amable, seria, y montañera.


Todo un mérito, ¡pero claro!, todos esos, no han sido "kabras lokas" como yo, tomándose riesgos en los sitios complicados, y han usado los tacos de la zapatilla (que yo tenía pequeños y gastados) y los dos bastones para sortear esos puntos negros. En esos puntos negros embarrados y en cuesta abajo, tal vez han ido más lentos que yo, pero al no ir acumulando caídas y dolores, en los tramos fáciles han podido ir de nuevo rápidos, mientras que yo, me estaba lamentando y "relamiendo" de mis hematomas y mis contusiones.

"Escarmiento total". Antes de ir a un trail, hay que conocer no sólo la meteorología de la carrera sino la de al menos, la semana anterior. En el caso de que la mayoría de los senderos sean de tierra y ésta sea arcillosa, LOS BASTONES deben ser OBLIGATORIOS, además de unas zapatillas con un taqueado profundo, en vértice, y definido, no gastado en absoluto.


Disparo de salida. Todos finisher. Todo ilusión, pero toda una ehm por delante.


Hasta tal punto, experimenté la necesidad de llevar dos bastones para tratar de equilibrar mi cuerpo en las bajadas, en las que la única opción era utilizar el sendero de barro, que tuve que crearme unos en el Km 118, a base de ramas de haya que encontraba caídas en los bosques que cruzábamos. El problema era, que estaban muy secas, y cuando te estaban salvando de un resbalón, las apoyaba con tanta fuerza para equilibrar el cuerpo, que en ese momento, se rompía una por la mitad. Nueva caída, y nuevas caídas más, pues una sola rama no me servía para nada, hasta que terminaba ese tobogán de lodo, y en una zona llana, podía encontrar una nueva rama fuerte para usarla de muleta sustitutoria. 



El año anterior no estaba en las fotos, pero el que viene si apareceré como una "croqueta embarrada y sonriente".



Ya estaba en el km 122, entre Lizarrusti y Etxegárate, cuando mi carrera en solitario estaba en alerta roja. Me sentía torpe, mis ramas se me rompían, las caídas continuaban y llevaba 2 horas y media para hacer 6 km, y aún me quedaban 8 km más de ciénaga hasta llegar al puerto de Etxegárate. Era de noche y estaba deprimido, y más solo que la una. En ese momento, llegó mi salvador, mi revulsivo, para salir de allí, y verme posibilidades de terminar con aquella pesadilla de ciénaga y de concluir la carrera. 



Su nombre es Juan Carlos, un vasco de Beasaín, que se ofreció a hacerme de guía para elegir en cada tramo de sendero, la opción menos complicada de atravesar. Si él veía que se podía caer, se paraba, y buscaba un camino alternativo, aunque fuera metiéndose por barro hasta la mediapierna. Si yo me quedaba a más de 5 metros, se detenía, hasta que yo resolvía mi problema, y comenzaba de nuevo a andar ligero. Si se me rompía una rama, tenía la paciencia de esperar a que consiguiese otra para poder seguir sin más caídas. Eso, no te lo hace todo el mundo, que 5 minutos antes era un desconocido...



Reto conseguido, y amistad trabada. Juan Carlos Cuadrado, eres todo un pedazo de persona. Otro kabra loka, con una brecha en la cabeza hecha en carrera: dos puntos de sutura, y a seguir, como si nada. Y con 57 años.

 

Sin darme cuenta, llegamos a Etxegárate, Km 130... ¡Salvación!, y ahí, todo cambió. Ducha fría, que nos provocó a los dos, un poco de hipotermia, cambio de zapatillas, con mejor agarre, cambio de plantillas, y cambio de tiempo atmosférico y de terreno. La tarde del sábado, ya dejó de llover, lució el sol, y a partir de la 1.00 de la madrugada, los senderos de barro aireados comenzaron a secarse y a hacerse transitables, de modo que desde Etxegárate hasta Beasaín, todo estaba expedito y parecido a las CxM que yo he hecho toda mi vida, con piedra y barro más seco, y con posibilidad de rodar en las bajadas, sin que te jugases la vida si arriesgabas. 

Aún conservé los "bastones" improvisados de haya, por si acaso aparecía otra ciénaga, y no había hayas en el camino, y los usé para subir y bajar el Aizkorri, pero viendo ya con el amanecer que los caminos se habían secado, los tiré porque su peso y el esfuerzo que tuve que hacer con ellos, me destrozaron también los brazos, como si los mísmos, también se hubieran tragado el ultratrail como las mismísimas piernas.

Mi compañero y yo, habíamos hecho un tándem impresionante, nos relevábamos a la hora de tirar y no nos concedíamos ninguna tregua. Lo estábamos dejando todo por el camino, y lo único que nos preocupaba era la hora en la que íbamos a llegar. Que íbamos a llegar, y además, esprintando y recibiendo aplausos los dos últimos kilómetros, lo dábamos ya por descontado.

El problema, es que cuando bajamos el Aizkorri y el Andraitz y llegamos a Oazurtza, aún nos quedaban 20 km. Ya, todo llano y bajada hasta meta, salvo el pequeño escollo del Liernia, al final, pero es el momento, en el que el cuerpo se desinfla, y se queda sin energía. Juan Carlos, estaba mejor que yo, y asumió de nuevo, el papel de tirar de mí, arengándome siempre que me venía abajo. Saqué todo lo que tenía para seguirlo, y mis reservas sólo me permitieron llegar hasta el último avituallamiento, Mutiloa, a 10 km de meta.

En ese momento, me caigo medio muerto en la silla del avituallamiento, con dolores en todo el cuerpo, apajarado, con unas ganas de dormir inaplazables y viendo "el túnel" del desvanecimiento, delante de mí. De pronto, veo la cara de Juan Carlos "en medio del túnel", diciéndome que él no iba a entrar en meta solo, dejándome a mí allí. "¡¡¡Que hiciera todo lo posible, que nos teníamos que ir, que quería estar en su casa antes de la 1 de la tarde!!!"

Yo no sabía que los vascos eran así de directos, y así de buenas personas. Y yo, que había gastado ya mi dinamita interna, mi Durvitán y mis diclofenacos... Ya no me quedaba nada que dar. Sólo eran 10 km, pero había que hacerlos. Así que, tocaba: "última resurrección". Necesitaba para el milagro: azúcar, minerales, cafeína y antiinflamatorios, y empecé haciéndome con todo. Dos cafés, dos vasos de cola, dos de caldo, un sandwich de jamón de york, un pastel de cabello de ángel, radiosalil en las rodillas, crema solar en los brazos y en las piernas y un ibuprofeno que me dio la médica de la Gurutze Gorria (Cruz Roja en euskera). Me tuvieron que ayudar a quitarme la ropa de abrigo que había tenido durante la noche porque yo era incapaz de hacerlo. Me iban a vitorear en meta diciéndome "¡crack!", y tenían que desvestirme como un niño tonto un poco antes. Jejejé...

Y salí de allí... destrozado..., pero con todo eso en el cuerpo, esperando que poco a poco, cada cosa empezara a hacer efecto donde tenía que hacerlo. Y a los 500 metros, mi compañero empezó a ver que ya intentaba trotar detrás de él, y que poquito a poco, eran cada vez mayores los tramos de trote que hacíamos juntos. Y sin darnos cuenta, llegamos a sitios conocidos de su ciudad. Él también, estaba emocionado. Era también su primera Ehunmilak, a sus 57 años, y sabía que desde que entrase en Beasaín, todo el mundo le estaría felicitando y animando. Y yo, como invitado inesperado, también me iba a llevar esos aplausos, así que tenía que estar a la altura de lo que me estaba pasando; ya no quedaba ningún instante de recuerdo para el dolor o el cansancio. Todo iba a ser progresión desde el Km 164 hasta el 168.



Después de 168 km y 11000 metros de subida sólo nos quedaban 10 metros de cuesta.


¡¡¡Y es que es... increíble!!! 43 horas dando todo lo que tenía, las últimas 3 horas por encima de lo que había, porque no quedaba ya nada dentro de mí. Creo que al llegar al avituallamiento, habría perdido ya hasta 5 kg de grasa corporal desde la salida. Más horas de trabajo de las que un trabajador realiza en toda una semana, a mayor intensidad, ritmo cardiaco y concentración mental y visual, (no puedes cometer ni un sólo error, porque te matas), y sin un sólo descanso, sin dormir, sin apenas sentarse para comer o cambiarse de ropa... y allí estaba, corriendo por las calles de Beasaín, a un ritmo, que Juan Carlos, me tuvo que decir que aflojara, porque no podría seguirlo hasta la meta...




46 Km y 15 horas de esfuerzo vividos juntos, Mucha carga emocional, difícil de olvidar.

Mis sentimientos tras mi entrada en meta, no pueden explicarse con palabras. Todos los que no cruzan una meta, se buscan una excusa para justificarse el por qué no lo han hecho... Y en esta carrera hay miles de excusas para poder renunciar a entrar en meta. Mis 42 caídas es una de ellas. Las 24 horas lloviendo, el barro que había en todos los caminos, los 168 km, los 22.000 metros de desnivel acumulado, los 11.000 positivos, los 11.000 muy negativos, la niebla, lo peligroso de las bajadas, ..., son otras... Una caída, en la que una pierna se me quedó atrás, y noté una gran elongación con chasquido en los ligamentos cruzados de la rodilla, que aún me duelen, es otra de ellas. El no llevar bastones desde el principio, y caerse por ello, una vez tras otra, otra. El no haber acertado con las zapatillas, tener las suelas gastadas, haberme equivocado con las plantillas, que hacían que mis pies ardiesen tras los resbalones en el barro, otra. El estar solo, sin equipo, y sin nadie que te esperase en los avituallamientos, otra, etc., etc.

Pero, me tenía a mí mismo, que quería por todos los medios entrar en meta. Tenía a todos mis amigos y mis kabrillas en Kórdoba, pendientes de mí, llamándome por el recorrido hasta que mi teléfono se quedó sin batería, siguiéndome por Internet y por mi GPS. Tenía mi pundonor, que me decía que aunque me había equivocado al no llevar bastones y zapatillas con tacos, también era capaz de terminar con lo que había traído. Y me quedaba todavía bastante autoestima, a pesar de mis continuas caídas, para pensar en que no era el más torpe del pelotón por acabar continuamente con el culo por el barro, sino el más "kabraloka", y el que más arriesgaba, y por ello, el que mejor se lo estaba pasando.

Y si te ocurre "todo eso", no tienes más remedio "que terminar"... cruzando la meta. Debe atacarte un oso, perder una pierna por el camino, o que cada zancada sea un infierno de dolor, para que la excusa me valga a mí para abandonar.

La Ehunmilak puso el reto, y en el 2014, el reto, con el barro, se elevó casi al doble o al triple... Pero un ultrero experimentado, siempre, debe llevar en su cabeza, una "reserva para imprevistos", y si encima te encuentras una persona con el tesón y la firmeza de Juan Carlos, para echarte una mano, no hay reto que pueda contigo.



La preciosidad de las vistas de los paisajes gipuzkoanos compensa sobradamente la pesadez del barro, la niebla y la lluvia.


Y como epílogo, tengo que decir, que la Ehunmilak, es una carrera al más alto nivel..., de paisajes, de desnivel, de recorrido, de atenciones al corredor, de montañas preciosas como el Txindoki, el Gambó o el Aizkorri, de organización, de balizado perfecto y visible en la niebla, de voluntariado atento y generoso, de público entendido y volcado con la carrera, de avituallamientos completos y bien surtidos, de seguimiento humano y tecnológico. Y todo eso, lo tenemos aquí, en nuestra piel de toro. Sin tener que ir a Chamonix, a llevarles nuestros euros a los chovinistas franceses, que a nosotros, no nos dan nada. 

No tiene esta carrera nada que envidiar a la UTMB, y salvo en la altura de sus montes, que tampoco son el Mont Blanc, sino montes cualesquiera, y el Mont Blanc sólo lo ves de refilón y en contados sitios, lo supera en todo. Puedes relacionarte con el 95 % de los participantes pues si bien, muchos de ellos son vascos o catalanes, el castellano es el idioma vehicular entre ellos y todos se pueden relacionar contigo en castellano, y además, lo hacen, no sólo con el idioma, sino con los hechos, ofreciéndote lo mejor de ellos, y dándote toda la ayuda que necesites.

Yo, lo puedo confirmar... no sólo con Juan Carlos Cuadrado, sino con un donostiarra como Peio, que tuve que dejar en Lizarrusti, porque abandonó, o una barcelonesa como Elena Rueda, que estuvo todo el camino en interfaz conmigo. Todos ellos, ya son mis amigos, y mis compañeros para la ultra que ellos quieran y en la que podamos coincidir.


Mi seguimiento, con la estrella blanca, y justo delante, el de Juan Carlos.


Ninguna carrera española debiera dar puntos para el UTMB, porque como "gilipuertas", nos hemos convertido en sucursales subordinadas,  postrados ante la superioridad de la carrera francesa, sino para la Ehunmilak, la carrera más dura de España, la mejor organizada, corrible y a nuestro alcance, y la que tiene que tener como meta todo amante del ultratrail y de las ultraemociones.

Beasaín, Gipuzkoa, Txindoki, Aizkorri, «ehunmilak»..., todo mi viaje, mi esfuerzo y mi sacrificio para llegar a meta, ha valido la pena, y me ha devuelto, multiplicado por tres, o por más, lo que me he dejado en el camino. Y mi agradecimiento inmenso a todas mis kabrillas, porque sentí su respiración en mi cogote y su apoyo a 850 Km, como si estuviesen a mi alrededor, empujándome para que volase y envolviéndome para que no me cayese ni una vez más...

JUANMA PEDROSA.


Video de la Ehunmilak 2014 Youtube
Presencia de Papi en los Segundos (1:40-1:42) (14:35-14:43) (15:17-15:20)

Beasaín: Km 0  0+  0-  0:00:00 Viernes 11/07 6:00 pm
Mandubia: Km 10 1.050+ 600- 1:32:26.   (<Usurbe>)
Zumárraga: Km 20 800+ 630-  3:13:13     (<Izazpi>)
Goria-Elosúa: Km 29 750+ 450- 5:11:15   (<Irimo>)
Madarixa: Km 43 570+ 450-    7:48:36   (<Hirukurutzeta>)
Azpeitia: Km 53 630+ 1.450- 10:06:47       (<Erio>)
Zelatún: Km 66 1.020+ 290-  13:26:56      
Tolosa: Km 77 350+ 1.180-  16:17:24         (<Ernio>)
Jazkue Gaina Km 87 660+ 200- 19:09:34  (<Jazkueñe>)
Amezketa: Km 96 270+ 700- 20:33:49
Uarraín: Km 108 1.750+ 400- 22:52:30  (<Txindoki>, <Gambo>)
Lizarrusti: Km 116 45+ 800- 26:01:29
Etxegárate: Km 130 950+ 1.200- 30:36:48
San Adrián: Km 139 700+ 400- 34:24:37
Oazurtza: Km 148 950+ 1.200- 38:23:59  (<Aizkorri>, <Andraitz>)
Mutiloa: Km 158 200+ 700- 40:39:10
Beasaín: Km 168 325+ 350- 43:04:31 Domingo 13/07 1:04 pm.  (<Liernia>)

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