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miércoles, 17 de junio de 2015

(HH) HIRU HAUNDIAK Y (UTMB) ULTRATRAIL DEL MONT BLANC (20-9-2008)



                                             ”cuádriceps”

«Composición de 4 músculos formada, en el caso del Cuádriceps Crural, por el RECTO FEMORAL O ANTERIOR, VASTO INTERNO, VASTO EXTERNO Y VASTO CRURAL O INTERMEDIO».




El músculo de las cuatro-cabezas. Nuestro mayor aliado en eso que llamamos movimiento.

Sí, puede parecer un simple músculo de los más de 300 que tiene nuestro cuerpo, encargado fundamentalmente de la «extensión de la pierna», pero es un músculo especial. Se llama (cuádri - ceps) porque tiene “cuatro” cabezas que conectan el fémur con la tuberosidad de la tibia y lo controla el nervio femoral. Junto a las dos “cabezas genitales”, que con sus hormonas ponen a todos los demás músculos en revolución y que tienen tanto hombres como mujeres, y junto a la “cabeza gordota”, donde se encuentra el “centro de la terquedad” y el “plexo de la osadía”, componen la mitológica “Hydra de Siete Cabezas”  que necesitamos para enfrentarnos al poderoso “Monstruo de la Montaña”.



Ese malévolo “Monstruo”, te pone todas las trampas para que ni siquiera te atrevas a acercarte a sus dominios: -la gravedad menoscaba tus fuerzas; - el desnivel creciente rompe tu ritmo, altera tu zancada y te precipita el corazón; -las dificultades logísticas reducen los avituallamientos y los posibles aprovisionamientos naturales obligándote a incrementar tu peso externo so pena de sufrir hambre y sed demoledoras; -la falta de oxígeno socava tu respiración, asfixiándote; -las pendientes de hierbas o embarradas, tu equilibrio; -los tramos técnicos, tu integridad física; -los muros inaccesibles, tu inteligencia…



Todas las trampas y subterfugios lanzan saetas afiladas para cortar, una a una, las 7 cabezas de tu “Hydra”. Para vencer al “Monstruo”, no puedes perder ni una sola: tu fuerza psicológica debe ser superior a la suya, y tus “narices” deben sobreponerte de los inconvenientes y de las caídas (hasta 10 sufrí en la Hiru Haundiak (HH) y 4 en el UltraTrail Tour del Mont Blanc (UTMB)), pero, en último extremo, quien hace que puedas doblegar todas y cada una de las acometidas del “Monstruo”, son tus cuádriceps.



El BICEPS FEMORAL (isquiotibial) nos flexiona la pierna, y el PECTÍNEO y el PIRIFORME nos abducen el muslo para intentar la ganancia de energía potencial (subir un escalón) a costa de perder cinética. Colocado el pie flexionado en ese lugar elevado, tenemos que dar la orden a las cuatro cabezas del CUÁDRICEPS para que estiren la pierna, haciéndose cargo en ese momento de todo el peso del cuerpo (en mi caso, casi 90 kilos) más todos los bártulos que necesitas o que te obligan a arrastrar...


Con todo el material a cuestas y esperando la salida. La cara de miedo y preocupación por lo que se te viene encima es evidente.

2 kg de agua; 1kg de mochila con la cámelbak embutida en bolsa térmica; con camisa tricapa casera para que no se caliente ni reciba luz el agua de la goma (que es la que te bebes en cada chupetón); 1 kg de zapatillas de trail (húmedas, pero aún sin barro); 1 kg de accesorios (2 frontales con pilas de repuesto, gafas de sol, gorra sahariana, pasamontañas, vendas, crema solar, vaselina, dorsal protegido, chip, compeeds, reloj-pulsómetro, cubilete, silbato, manta de supervivencia, muñequeras, rodilleras, …); 1,5 kg de ropa, para adaptar al cuerpo desde el frío intenso de la noche y del amanecer (cortavientos, mallas largas, forro térmico) hasta el calor insoportable del mediodía; y casi 0,5 kg de comida (barritas, geles, botes de miel,  plátanos, polvos para añadir al agua (sal+bicarbonato+azúcar) para evitar la hiponatremia y cubrir los defectos de la organización que se lava las manos (“y también se ahorra un dinerito”) alegando que la carrera es en “semi”-Autosuficiencia. En total, unos 7 kilos adicionales al salir de cada avituallamiento, para sumar a tu masa corporal que, de modo "compulsivo", se ha atiborrado en el mismo de todo lo que tu estómago es capaz de digerir sobre la marcha sin generar náuseas ni diarrea, aparte de un buen lingotazo de café (si lo hay), bebida de cola o energética para mantener dilatada la pupila, sobre todo, durante las 8-9 horas nocturnas, en las que una simple lucecita en la frente te avisa de todas las trampas con las que se te decora el “trazado”, que a veces tienes que improvisar tú mismo, entre baliza y baliza, o entre faro y faro, como en la HH, donde hubo 4 horas de densa niebla en las que, con el frontal, apenas si me veía los pies.



El perfil de la HH. Subidón inicial, tres montes imponentes,  y mucho cresterío.


Si el cuádriceps funciona, la pierna se estira, la “cabeza gordota” gana altura, con lo que las referencias visuales hacia abajo se ven cada vez más pequeñas… El pico de la montaña sigue viéndose “igual de lejos”, pero alguna neurona que todavía funciona, te recuerda una premisa lógica por la que, “obligatoriamente”, tiene que estar -un poquitín- más cerca, lo que te da la suficiente seguridad para dar la orden al cuádriceps de la otra pierna para que haga exactamente el mismo esfuerzo, sin rechistar y manteniendo el equilibrio.


El monte más alto de cada provincia vasca. En una sola carrera

       
Si simplificamos a 6, los esfuerzos para ganar 1 metro de altura, la HH te obliga a 29.500 estiramientos del cuádriceps hacia arriba para doblegar los 4.900 metros de ascensión, más otros 30.000 estiramientos de bajada con todos los VASTOS ya doloridos para encajar todo el peso del cuerpo y los bártulos buscando tierra firme y no resbaladiza, lo más urgente posible. 

Cualquier escalón en bajada que supere los 20-30 cm, es dolor asegurado y horrible. Superar esta carrera es prueba de fuego para cualquier advenedizo en carreras de montaña. No es un “ultramaratón” como los “101 de Ronda”, que se pueden hacer perfectamente en bicicleta sin tener que echar “pie a tierra”. Aquí, la bicicleta, no te cabe ni en fotografía, y en muchísimos tramos, son peligrosos hasta los bastones, pues necesitas manos y piernas para trepar y para descolgarte pendiente abajo de los peñascos.


La salida es a las 12:00 de la noche, por lo que todo transcurre en un día natural.


Un defecto de previsión me tuvo durante hora y media parado y en el trance de abandonar (cosa novedosa) antes de empezar el tercer y último tramo en el que salí, “gloriosamente”, el último de la prueba- a 15 segundos de la descalificación por tiempos. Para reducir peso en la mochila, no incluí ropa de recambio ni material antiampollas. Las costuras de unas mallas térmicas, que me vinieron divinas entre la medianoche (hora de salida) y el amanecer (las barritas se me congelaron del frío que hizo), me roturaron literalmente las nalgas con el calor de la mañana y las 15 horas que pasaron hasta la primera y única posibilidad de cambio de ropa a los 69 km de la salida.


Las bajadas del Aitzkorri y del Amboto, son de vértigo. La cuerda o cadena es imprescindible en muchos sitios.


Quedaban 31 km y la cuarta montaña que superar. Me encontraba tumbado, con hipotermia, los pies ampollados y las nalgas al rojo vivo… pero aún me quedaban fuerzas en las cuatro cabezas del cuádriceps; así que, en la última llamada que hizo la organización, 4 minutos antes del cierre horario, salté de la camilla diciendo a los fisios que me dejaran en paz, me reventé las ampollas a tijeretazo limpio (“a lo filipino”), me cambié de zapatillas y de ropa (a pudor “perdío”) y con una plasta de crema hidratante en las nalgas salí corriendo como loco hacia el Gorbea. Y concluí. El 523 de los 641 que lograron terminar con 22 horas, 51’, 56’’. 

De los 1200 dorsales que repartieron, más de 200 no llegaron ni a salir, casi todos ellos vascos “fortotes y aguerridos” (por motivos en los que no voy a entrar). Los pocos andaluces que nos apuntamos, entramos todos (incluido "SuperPaco")… De las 10 caídas que tuve, debidas al barro (el País Vasco estuvo en alerta naranja hasta el día anterior (13-06-08)) y lo “benigno” del trazado, aún me quedaban secuelas, tres meses después…


La visión desde el Aitzkorri, es espectacular. La pena es que en esta carrera se llega de noche.

    
Pero la HH no era el objetivo, ni tampoco la “Subida al Veleta” del 03-08, sino simples puestas a punto para una carrera todavía más dura: la UTMB, o lo que es lo mismo: 9.500 metros de subida (600 más que el Everest) y 9.500 de bajada, o, traducido, 115.000 esfuerzos de las cuatro cabezas del cuádriceps para pasar de flexión a extensión subiendo o para mantener la extensión sin bloquear la rodilla bajando, a lo que hay que añadir miles de esfuerzos más para sortear las barreras de desvío del agua de los senderos y el empedrado de la decoración.


22 horas, 51 minutos 56 segundos. De la medianoche a casi las 11 de la noche siguiente... Palizón...



Comparativamente, los 100 km de la HH son mucho más duros, técnicos y criminales que 100 km cualesquiera de la UTMB; pero resulta, que la UTMB no son solamente 100,  y yo creo que tampoco los 166,4 km que marcan, puesto que esa medición está hecha sobre impresión en plano y cualquier niño de secundaria sabe que el cateto mayor siempre mide menos que la hipotenusa. Si tenemos en cuenta un desnivel medio de subida y de bajada del 12 %, a mí me salen casi 170 kms. Además en la HH se suben sólo 4 montes: -Aitzkorri, Orixol, Amboto y Gorbea y 1 cresterío de molinillos-, no pasando ninguno de los 1.600 metros, altura a la que siempre hay suficiente concentración de oxígeno, para que éste, no sea el problema.






En la UTMB se suben 10 montes (Charme, Bonhomme, Seigne, Mont-Favre, Bertone, Ferret, Champex, Bovine, Catogne y Tête aux Vents), cuatro de ellos en torno a los 2.500 metros y la carrera, que no posee ninguna dificultad técnica que no sea la de subir y bajar escalones, (en Croix de Bonhomme, (2.443 m), inexplicablemente, los corredores empezaron a caer como moscas debido a la falta de 0xígeno, y yo, que me reía en las primeras rampas, empecé a sufrir lo mismo, salvándome por los pelos al triplicar el ritmo respiratorio) se convierte en un continuo rompepiernas demoledor (-sólo en los 8 primeros km se puede correr en llano-), que recorta tus zancadas haciéndote "senderista de fortuna", muy a tu pesar y presentando una media algo inferior a 4 Km/hora.


Una buena vuelta. 168 km, 3 países, 9600 m+ y el clima, que se estropea en 30 minutos.


En los avituallamientos de cada uno de los valles (a partir del 2º), te planteas si te quedan fuerzas suficientes en cada una de las 7 cabezas para superar el resto de la prueba… Así, cada puesto se convirtió en un cementerio para 1.100 de las 2.350 promesas de “finisher” que había en la salida.

Vángelis en el plato y salida de Chamonix, con toda la ilusión del mundo, a darle la vuelta al Mont Blanc.

Un ultratrail es como un "terremoto con réplicas". Nuestros cuerpos son los edificios y cada réplica depura tus fibras musculares de mala calidad que no superan la fuerza de ese terremoto. Conforme vas superando montes vas sufriendo nuevas sacudidas, y más fibras musculares rotas que van desprendiéndose y acumulándose en el líquido extracelular.

Ser “fínisher” es tener un edificio con fibras tan potentes, entrenadas y seleccionadas naturalmente como para soportar todos los seísmos con los que te “regale” la organización de la prueba. Daños hay siempre, y la gravedad se los va llevando hacia los pies. La foto de mis pies al día siguiente que no pude tenerlos en alto y descansando pues tuve que conducir todo el día, más que pies eran bolsas hinchadas de ripios de todos los terremotos acumulados. Juro, asimismo, que el panorama en las salas de reposo que había durante el recorrido, era de edificios maltrechos tirados en colchonetas… ¡¡Dantesco!!




Los tobillos tenían al día siguiente más grosor casi que los gemelos. Llenitos de ripios de la demolición.

El único truco, para las cuatro cabezas del cuádriceps, es evitar los movimientos laterales parásitos que te cargan los ABDUCTORES y el SARTORIO (la trayectoria debe ser recta y firme); los GASTROCNEMIOS (gemelos) no deben colaborar demasiado en la subida, so pena de quedarte sin ellos. Con flexionar la planta del pie y buscar los mejores apoyos para no dislocarse el tobillo y no caerse, tienen bastante. 

El truco para las “cabezas genitales” es decir: «Yo voy a terminar esta carrera, y punto». Y lo voy a hacer “sin bastones”,  porque yo soy un “korricolari” y no un “andarín”, ni una persona de la 3ª edad que no goce de equilibrio. Éste lo consigo con mis ADUCTORES y braceando, y para bracear me sobran los bastones.

El truco para la “cabeza gordota” es no desmoralizarse, no escuchar a los que se rinden, a los que dicen que seguir es una locura, no mirar a los lesionados o retirados en las salas de reposo, no estirar (lo que provoca que se rompan incluso más fibras musculares de las que aún te quedan vivas), no acudir a los fisios para que te den masajes para no escuchar sus diagnósticos (el mejor masaje es mantenerte caliente por el esfuerzo), y no parar más que lo necesario para cambiarse de ropa, reponer energía o solucionar un problema, que si se deja podría agravarse.

Una vez más, la injusticia se ceba contra los auténticos héroes de la prueba. La UTMB tiene compensaciones impresionantes para la “cabeza gordota”, como es la llegada a Sant Gervais o el final de la prueba en Chamonix, donde miles de personas se ponen de pie aplaudiéndote y gritando “Superb”, “Bravo”, “Courage”, “Allez-allez”, cuando ven que con tus pelos blancos te estás esforzando por entrar en meta trotando e incluso rodando, como en mi caso, tras 44 horas 11’ 20’’, sin parar más que 3 minutos en los que no pude despegar los párpados para ver el camino. 

También las “cabezas genitales” se llevan un subidón de autoestima cuando ves que aún haciéndote cada año más viejo, superas cada vez retos más difíciles (porque le echas algo de la sustancia de esas “cabezas”). Pero de las “cabezas del cuádriceps” nadie se acuerda. Lo único que reciben es dolor y la vergüenza e impotencia de sucumbir al intentar por sí mismas levantar el trasero de una silla en las dos semanas siguientes a la “gran sacudida”.


Mi cara y mis cuádriceps, tras 72 horas sin dormir, 44 horas de carrera y 170 km de machaque.

           

Sirva esta crónica para rendir un homenaje a esas 4 cabezas impresionantes. ¡Olé mis cuádriceps! y olé todos los cuádriceps del mundo que se enfrenten al “Monstruo de la Montaña” o a unas simples escaleras, cuando ya entrados en años o con la amenaza de la artrosis o de la artritis decidamos (en compañía de las otras 3 cabezas) renunciar al ascensor o no nos conformemos con el rodaje por el llanito.

«PORQUE LA TIERRA NO ES PLANA… Y LAS MONTAÑAS,  ESTÁN AHÍ».



JUANMA PEDROSA.



P.D. Mientras más conocemos de los entresijos de la Naturaleza, más nos damos cuenta de lo impresionante y de lo inalcanzable que es.

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